El método de la Lectio Divina

1. Situándonos en la historia
2. Disposiciones del lector-orante
3. ¿Un método o diversos hitos de un mismo itinerario?
4. Breve esquema del método para uso pastoral




        La expresión Lectio Divina quiere decir "lectura de Dios", e indica la práctica monástica, ya secular, de la "lectura orante" de la Biblia.
        El primero en utilizar esa expresión fue Orígenes, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. Más adelante, la Lectio Divina vendría a convertirse en la columna vertebral de la vida religiosa. Las reglas monásticas de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia, la triple base de la vida monástica.
«Al leer la Biblia, los Padres no leían los textos, sino a Cristo vivo, y Cristo les hablaba»
P. Evdokimov

        La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños proviene del s. XII. Alrededor del año 1150, Guido, un monje cartujo, escribió un librito titulado La escalera de los monjes, en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños:

«Cierto día, durante el trabajo manual, al reflexionar sobre la actividad del espíritu humano, de repente se presentó a mi mente la escalera de los cuatro peldaños espirituales: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la tierra hasta el cielo. Es cierto, la escalera tiene pocos peldaños, pero es de una altura tan inmensa y tan increíble que, al tiempo que su extremo inferior se apoya en la tierra, la parte superior penetra en las nubes e investiga los secretos del cielo (...).
La lectura es el estudio asiduo de las Escrituras, hecho con espíritu atento. La meditación es una actividad diligente de la mente que, con ayuda de la propia razón, busca el conocimiento de la verdad oculta. La oración es el impulso ferviente del corazón hacia Dios, pidiendo que aleje los males y conceda cosas buenas. La contemplación es una elevación de la mente sobre sí misma que, pendiente de Dios, saborea las alegrías de la dulzura eterna»

        En el siglo XIII, los mendicantes intentaron crear un nuevo tipo de vida religiosa más comprometida con los pobres e hicieron de la Lectio Divina la fuente de inspiración para su movimiento renovador.
        En los siglos posteriores a la Contrarreforma, los creyentes perdieron el contacto directo con la Palabra. Sin embargo, el Concilio Vaticano II recuperó, felizmente, la anterior tradición e instó, con insistencia, a los fieles a leer asiduamente la Escritura.

«El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura asidua de la Escritura, para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Filp 3,8), "pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo" (...) Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"» (DV 25)

        En la actualidad, la Lectio Divina se va difundiendo cada vez más en las comunidades eclesiales más diversas, y está resultando una fuente de renovación espiritual y de vivo compromiso eclesial. El objetivo de la Lectio Divina no es conducir al lector-orante cristiano a una piedad intimista, individualista, encerrada celosamente en "el gozo de su Señor", sino el de guiarlo a través de un itinerario espiritual que le configura con Cristo, le abre al mundo y le apremia a la misión.
        Quien hace bien la Lectio Divina llega a hacer suyas las palabras y el sentir de San Pablo: "No soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20). Inseparablemente unido a este sentir está el impulso apostólico nacido de la unión con Cristo: "El amor de Cristo nos apremia" (2 Cor 5,14).

        Así pues, nosotras proponemos la Lectio Divina como un método, un "camino" (odoj) a través del cual somos llamad@s a transformarnos en DISCÍPUL@S Y APÓSTOLES DEL SEÑOR CRUCIFICADO Y RESUCITADO, en los diversos contextos en los que se desenvuelve nuestra vida cotidiana.



  Fe y apertura al Espíritu
  Pureza de corazón
  Desprendimiento y docilidad
  Espíritu de oración
  Conversión continua
  Comunión con la Iglesia



        La idea que solemos tener de un "método" es la de una "técnica" o un procedimiento ordenado que nos conduce a un fin. Nuestra visión del "método" de la Lectio Divina es mucho más personal y dialogal que técnica. El método es un camino a través del cual avanzamos vivencialmente hacia una meta. Tratándose de la Sagrada Escritura, camino y meta son Cristo, pues él mismo dice: "Yo soy el camino" (Jn 14,6), y "Yo, el Primero y el Último" (Ap 1,17).
        Por ello, los cuatro escalones que constituyen el proceso de la Lectio Divina son cuatro actitudes básicas del creyente que desea SEGUIR a Cristo conociendo su Palabra (Lectura), aprendiendo a vivir como Él vivió (Meditación), suplicando fuerza y luz para sus pasos (Oración) y trabajando por el advenimiento del Reino (Contemplación).

        Veamos más detenidamente estos cuatro peldaños, válidos tanto para orientar experiencias oracionales individuales como comunitarias.






- Se trata, simplemente, de leer, leer y releer la Biblia hasta familiarizarnos con ella. La Biblia no es un libro anticuado e insignificante para nuestra vida, sino ACTUAL Y SIGNIFICATIVO. Tiene mucho que decirnos sobre nosotros mismos, sobre el mundo y sobre el momento histórico que vivimos. Pero para descubrir ese nexo entre la Palabra, escrita hace siglos, y nosotros, es preciso leer de forma constante y continua, perseverante y diaria.

- A través de la lectura tratamos de responder a una pregunta:¿qué dice el texto? Hay diversos modos de intentar responder a esa pregunta o, lo que es lo mismo, de encontrar el sentido literal del texto. Por ejemplo, por medio de un triple acercamiento:
   Literario: 
   Análisis de las palabras que constituyen el texto (sustantivos, adjetivos, verbos...), cayendo en la cuenta de sus campos semánticos, sus sinónimos y antónimos...
   Atención a las repeticiones de palabras o frases. 
   Atención a los personajes y sus acciones.
   Atención a las indicaciones de tiempo y lugar.
   Atención al contexto literario: qué precede y qué sigue a nuestro texto, de modo inmediato y de modo más general (qué lugar ocupa el texto en la estructura general del libro).
   Histórico:
   Cuál es la situación socio-cultural, económica, política y religiosa en la que se compuso el texto.
   Teológico:
   Qué dice Dios al pueblo en aquella situación concreta. Cuál es el mensaje clave del texto.



2. Meditatio: «María custodiaba estas cosas rumiándolas en su corazón» (Lc 2,19)

        Tras responder a la pregunta ¿qué dice el texto?, ahora abordamos otra cuestión: ¿qué me dice el texto a mí, a nosotros? Se trata de actualizar el mensaje y entrar en diálogo con el Dios que nos habla, en él, aquí y ahora.
        ¿Cómo podemos hacer la meditación? 
   A través de una serie de preguntas que establecen una conexión entre el texto y nuestra vida:
   ¿Qué diferencias y qué semejanzas encontramos entre la situación del texto y la nuestra?
   ¿Qué conflictos del pasado existen todavía hoy?
   ¿Cuáles son diferentes?
   ¿Qué dice el mensaje del texto para nuestra situación actual?
   ¿Qué cambio de comportamiento me sugiere a mí?
   ¿Qué quiere hacer crecer en mí, en nosotros?, etc.

   Repitiendo el texto, "rumiándolo", masticándolo. Por ello es bueno resumir el texto en una frase (preferentemente del mismo texto) para repetirla durante todo el día, en la calle, en el metro, durante el trabajo... De este modo, la Palabra, como una gota de agua que incansablemente se deslizara sobre una roca hasta trazar un surco e incluso romperla, irá penetrando, abriendo y transformando nuestra persona, lenta pero realmente. En este proceso es el Espíritu, presente en la Palabra, el que obra esa transformación.


3. Oratio: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene» (Rom 8,26)

        La pregunta de este tercer escalón es: ¿qué me/nos hace decirle a Dios el texto?
        En este momento especialmente dedicado a la oración, el creyente responde a Dios, movido por el Espíritu. Puede hacerlo valiéndose de los salmos (como hizo el mismo Jesús), de oraciones ya existentes, de cantos o de palabras brotadas espontáneamente de sus labios al hilo de la experiencia. 


4. Contemplatio: «Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció... "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto. He escuchado y he bajado para librarle"» (Éx 2,25; 3,7-8)

        Podríamos entender la contemplación como un "retorno al paraíso perdido", como un gusto y dulzura inefables, experimentados en el corazón de quien hace de la Palabra de Dios el único punto de referencia de su vida.
        El riesgo de esta concepción es el intimismo, el nacimiento de una piedad "estufa" o "seno materno" con la que el creyente se encuentra muy a gusto, pero aislado y protegido del "mundo" (entendiendo el mundo como un ámbito en el que Dios no puede encontrarse).
        Otra posibilidad sería la de entender la contemplación como una nueva manera de ver, observar y analizar la vida, los acontecimientos y la historia individual y colectiva: mirar el mundo desde los ojos de Dios. Por ello, la pregunta que podríamos formularnos aquí sería: ¿cómo cambia el texto mi/nuestra mirada?
        Este modelo de contemplación no lleva a la famosa "fuga mundi", ni a la preocupación preferente por la propia perfección y salvación, sino a la inmersión en la historia ("bajar" a ella, como Dios "bajó") y al compromiso por mejorarla. En este sentido, sólo los contemplativos pueden dedicarse a la misión.

        En el apartado siguiente presentaremos un esquema que pueda servirnos como modesta "guía" o camino para el ejercicio de la lectura orante, individual o comunitaria, de los textos.
        
        


        
        En el esquema que proponemos a continuación sugerimos diversas posibilidades para realizar en cada uno de los peldaños de la Lectio Divina. Naturalmente no es necesario seguirlas todas, sino que se trata más bien de un menú en el que podrán elegirse aquellas que se consideren más adecuadas según el tipo de texto al que se van a aplicar.



Recordemos que es Él el que nos lo enseñará todo.
¿Qué dice el texto?
   Leer y releer atentamente, hasta que se haya entendido bien todo su contenido.
   Caer en la cuenta de: las indicaciones de tiempo y lugar; los personajes y sus acciones; la palabra o palabras clave; las repeticiones; los campos semánticos (sinónimos y antónimos); a qué otros textos de la Escritura hace referencia (textos paralelos); posible estructura de la perícopa, justificando las diversas partes de la misma; el contexto literario inmediato y su relación con el mismo; palabras o frases "bisagra" -es decir, que sirven para conectar o ligar un texto con otro-; situación del texto en el conjunto del libro.
Quizá pueda ayudarte a prestar más atención a todos estos elementos copiar el texto o subrayarlo.
[También es muy iluminador comparar diversas traducciones, a ser posible, en lenguas diversas, así como confrontar el texto con el original griego, hebreo y arameo].
   Buscar, con la ayuda de algún comentario, el contexto socio-cultural, económico, político y religioso de la época.
¿Qué me dice el texto a mí/a nosotros?
   Cae en la cuenta de las diferencias y semejanzas existentes entre la situación del texto y la nuestra.
- ¿Qué conflictos del pasado existen todavía hoy?
- ¿Cuáles son diferentes?
- ¿Qué mensaje nos transmite el texto para nuestra situación actual?
- ¿Qué cambio de comportamiento reclama de mí?
- ¿Qué quiere hacer crecer en mí, en nosotros?
- ¿En qué sentido esta Palabra es buena noticia para mí?
   Intenta resumir el mensaje en una palabra o frase. Repítela interiormente con atención.
¿Qué nos hace decir el texto a Dios?
La oración surge de modo espontáneo como súplica, acción de gracias, alabanza, petición de perdón o intercesión. 
   ¿Cómo cambia el texto mi/nuestra mirada?
   ¿Qué compromisos concretos me/nos hace adquirir para que se realice el Reino de Dios y su justicia?






Bibliografía:

- Carlos Mesters y equipo bíblico CRB, Lectura orante de la Biblia, Estella, 20003
- Innocenzo Gargano, Iniciación a la Lectio Divina. Un itinerario para acercarse a la Palabra de Dios, Madrid, 1996
- García M. Colombás, La Lectura de Dios. Aproximación a la Lectio Divina, Zamora, 1980
- Antonio Llamas Vela, Orar con la Biblia. Práctica de la Lectio Divina, Madrid


Concepción López, pddm