Lectura
orante de Lucas 15, 1-3.11-32
Canto de
invocación al EspírituLectura orante de Lucas 15, 1-3.11-32
Ven, Espíritu de Dios, sobre mí.
Me abro a tu presencia.
Cambiarás mi corazón (Bis)
1. Toca mi debilidad,
toma
todo lo que soy.
Pongo
mi vida en tus manos, y mi fe.
Poco a poco llegarás
a
inundarme de tu luz.
Tú
cambiarás mi pasado, cantaré.
|
2. Quiero ser signo de paz,
quiero
compartir mi ser.
Yo
necesito tu fuerza, tu valor.
Quiero
proclamarte a Ti,
ser
testigo de tu amor.
Entra
y transforma mi vida, ven a mí.
|
Oración para disponer el corazón
Todos:
Dios y Padre Bueno,
semejante a la compasión de una madre y de un padre:
misericordia que acoge, que abraza,
perdona, que recrea,
Quiero contemplar tu paciencia esperanzada,
que no se cansa de aguardar el regreso
del hijo ingrato y perdido.
Coro 2:
Quiero contemplar tu Caridad,
que no toma en cuenta el mal,
que mira al pecador con una mirada siempre nueva,
recién estrenada, como la inocente mirada de un
niño,
sin juicio, sin condena, sin ira,
colmada de absoluta bondad.
Coro 1:
Quiero contemplar tu Amor infinito,
que todo lo excusa, todo lo espera,
todo lo aguanta,
con tal de ver nacer a la Vida
a tus hijos, heridos de muerte por el pecado.
Todos:
Dios y Padre Bueno,
Tú eres la Caridad perfecta.
Tú eres el amor sin medida.
Tú eres el Perdón sin condiciones:
quiero contemplarte y darte gracias.
Quiero suplicarte que me acojas, que me abraces,
que me perdones y me recrees,
a Ti, que lo haces todo nuevo.
Amén.
1. Leemos Lucas 15,1-3.11-32
En aquel tiempo 1 se acercaban a Jesús
los publicanos y los pecadores a escucharlo. 2 Y los fariseos y los
letrados murmuraban entre ellos:
- Ése acoge a los pecadores y come con ellos.
3 Jesús les dijo esta parábola:
- 11 Un hombre tenía dos hijos; 12 el
menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna”.
El Padre les repartió los bienes.
13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo
lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo
perdidamente.
14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
15 Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de
aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. 16 Le
entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos;
y nadie le daba de comer.
17 Recapacitando entonces se dijo: “Cuántos jornaleros
de mi padre tienen abundancia de pan mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me
pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como
a uno de tus jornaleros”.
20 Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le
echó al cuello y se puso a besarlo.
21 Su hijo le dijo:
- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya
no merezco llamarme hijo tuyo.
- Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo;
ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el
ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, 24 porque este
hijo mío estaba muerto y revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Y empezaron el banquete.
25 Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, 26 y,
llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
27 Éste le contestó:
- Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el
ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.
28 Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e
intentaba persuadirlo. 29 Y él replicó a su padre:
- Mira, en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; 30 y cuando ha venido ese hijo tuyo, que
se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.
31 El padre le dijo:
- Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es
tuyo: 32 deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto
y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
& Orientaciones para la Lectura
1. La ocasión de la parábola
La parábola del hijo pródigo es una de
las tres parábolas conocidas con el nombre de “parábolas de la misericordia”,
recogidas en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas.
Lo que provoca que Jesús pronuncie estas
parábolas es la murmuración de los fariseos y letrados porque Jesús “acoge a
los pecadores y come con ellos”. Su actitud es dura, despectiva e
inmisericorde. En lugar de alegrarse porque los publicanos y pecadores son
acogidos por el Maestro Jesús, los fariseos sienten envidia y critican la
actitud misericordiosa del Señor.
Ellos entienden mucho de leyes, pero poco de
amor y compasión.
Entonces Jesús les dirige, con dedicatoria
personal, tres parábolas: la del buen pastor, la de la dracma perdida y la del
hijo perdido. Las tres tienen mucho en común: algo que se pierde (una oveja,
una moneda, un hijo), alguien que busca o que espera (el pastor, la mujer, el
padre), la constancia y la paciencia en la búsqueda o la espera, la inmensa
alegría de reencontrarlos, la fiesta por haberlos recobrado...
2. Los personajes
Cuando leas la parábola, fíjate en cada uno
de los personajes principales: el padre, el hijo pequeño y el hijo mayor. ¿Qué
actitudes y rasgos caracterizan a cada uno de ellos?
El hijo menor:
- Ingrato y egoísta: sólo piensa en sus deseos de
diversión y placer. No le importa herir a su padre con el abandono y el
desprecio. No le importa faltarle al respeto y al honor pidiéndole su parte de
herencia. Reclamar la herencia era equivalente a considerar al padre muerto
para él.
- Derrochador y “vividor”: Derrochó su hacienda con malas mujeres.
- Calculador e interesado: No le mueve a regresar el amor
filial sino la necesidad. El que se enalteció y pisoteó el amor y el honor de
su padre, después fue humillado por la vida misma: llegó incluso a cuidar
cerdos, animales considerados impuros por los judíos.
- Lo positivo de este personaje es que aprende
la lección: no vuelve orgullosamente reclamando sus derechos de hijo, sino
que se humilla y pide ser tratado como un jornalero más de su padre.
El padre:
- Es un hombre bueno. No sólo bueno. Es la
personificación de la caridad: no se irrita cuando su hijo lo desprecia y
abandona; no tiene en cuenta el mal y, cuando su hijo regresa, corre a su
encuentro, lo abraza, lo besa, lo viste, lo calza, le pone un anillo... y
organiza un banquete.
- Lucas dice que el padre, al ver a lo lejos
a su hijo despojado de bienes y de su dignidad, sintió compasión, se le
conmovieron las entrañas, como a una madre por sus hijos. La compasión es el
rostro de este personaje.
El hijo mayor:
- Trabajador, fiel y obediente a su padre.
Pero, como el otro hijo, tampoco éste sabe amar. Sirve a su padre como un
jornalero más, esperando “la paga”. No se siente verdadero hijo, no ha sabido
comprender el amor de su padre, que le dice, perplejo: “Pero, hijo, tú estás
siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”. No se parece a su padre ni en la
compasión, ni en la generosidad ni en la alegría.
3. ¿De quién está hablando Jesús?
En el contexto de Jesús, el hijo perdido
representa a los publicanos, pecadores, prostitutas..., de los que Jesús era
amigo y con los que frecuentemente comía. El padre representa a Dios Padre y al
mismo Jesús. Y el hijo mayor representa a los fariseos: rígidos, legalistas,
más propensos a juzgar que a acoger y perdonar.
4. Tres lecturas, desde diversos ojos
Sumérgete
ahora en la historia de esta familia. Sitúate allí, en la casa de aquel hombre
que tenía dos hijos y trata de relatar los hechos con tus palabras adoptando,
cada vez, un personaje distinto:
- Si es el padre quien lo narra: “Yo tenía dos hijos. El más
pequeño me dijo un día... Con dolor, le repartí los bienes y al poco tiempo se
marchó de casa... Lo que sentí... Cada día esperaba su regreso... Cuando lo vi
de lejos, se me conmovieron las entrañas, corrí a él y lo llené de besos...”
- Si es el
hijo pequeño:
“No sé por qué, deseé recorrer mundo, experimentar mi libertad, no tener que
depender de mi padre para darme a la buena vida. Le pedí la parte de mi
herencia y le abandoné a él y a mi hermano mayor...”.
-
Si es el hijo mayor: “Siempre fui fiel a mi padre.
Por eso no podía dar crédito a lo que allí estaba pasando: mi padre nunca me
dio una fiesta, a pesar de haberle servido siempre como si fuera uno de sus
criados. Pero llegó mi hermano, sinvergüenza y perdido, y mi padre le preparó
una fiesta como a su hijo favorito... Cuando oí la música y las danzas, las
risas y el bullicio sentí...”.
2. Entramos
en la meditación (me pregunto: ¿qué me dice Dios en esta
palabra?)
1. ¿Con qué personaje de
la parábola me identifico más y por qué?
2. Imagina la continuación
de la parábola:
- ¿Cómo te sentirías tú, si fueras el hijo pequeño, después de ser recibido con tanto amor? ¿Cómo actuarías después, en la casa de tu padre? ¿Comenzarías a amar mucho, porque tu padre te ha perdonado mucho?...
- Y si fueras el hijo mayor, ¿cambiaría algo en ti al escuchar las palabras de tu padre: “Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”? ¿Abrazarías a tu padre y entrarías en la fiesta? ¿Acogerías a tu hermano y le preguntarías por su vida...?
3. La parábola tiene una
doble llamada para ti:
§ Te invita a sentirte y ser verdadero hijo amado de
Dios.
- Te invita a parecerte al Padre en tus relaciones con los demás: siendo paciente, compasivo, generoso, alegre... En definitiva, amando con el Amor del Padre.
¿Cómo puedes responder de un modo
más auténtico y fiel a esa doble llamada?
Silencio orante
Canto:
Nadie te ama como yo
¡Cuánto he esperado este momento!
¡Cuánto he esperado que estuvieras así!
¡Cuánto he esperado que me
hablaras!
¡Cuánto he esperado que vinieras
a mí!
Yo sé bien lo que has vivido,
sé también por qué has llorado.
Yo sé bien lo que has sufrido,
pues de tu lado no me he ido.
Pues nadie te ama como
yo.
Pues nadie te ama como
yo.
Mira la cruz,
esa es mi más grande
prueba,
Nadie te ama como yo.
|
Pues nadie te ama como
yo.
Pues nadie te ama como
yo.
Mira la cruz, fue por ti,
fue porque te amo,
Nadie te ama como yo.
Yo sé bien lo que me dices
aunque a veces no me
hables.
Yo sé bien lo que en ti sientes,
aunque nunca lo compartes.
A tu lado he caminado,
Junto a ti yo siempre he ido.
Aun a veces te he cargado,
yo he sido tu mejor amigo.
|
3.
Entramos en la oración (¿qué le quiero decir a Dios después
de leer y meditar esta Palabra?)
- Pídele perdón
a Dios por tu pecado, tu infidelidad, tu inconsciencia o tu alejamiento en
muchos momentos... Pídele la gracia de volver a Él siempre que te alejes, con
confianza, sin miedo, con corazón humilde y agradecido.
- Haz memoria de episodios
significativos de tu vida en los que hayas experimentado el amor de Dios y el
amor de otras personas que han sido para ti su sacramento. Dale gracias
por su amor y por estas personas que ha puesto y pone en tu vida.
- Suplícale por todos sus
hijos “perdidos”, equivocados, alejados...
- Pídele por
todos los cristianos y por la Iglesia, para que seamos un espejo de su caridad
para el mundo.
- O quédate en silencio, contemplando
agradecidamente su amor para con todas su criaturas.
- Salmo de la ternura
de Dios (Salmo 104/103 adaptado)
Bendito seas, Jesús, Dios de
misericordia infinita,
imagen del Padre, encarnación de
su bondad.
Desde el fondo de mi ser te
bendigo, Señor,
y recuerdo siempre tus muchos
beneficios.
Bendito seas Tú, que perdonas
todas mis culpas
y sanas todas mis enfermedades.
Bendito seas Tú, que rescatas mi
vida de la infelicidad,
del desánimo y la desesperanza,
y saturas de bienes mi existencia.
Como se alzan los cielos por
encima de la tierra,
así de alto e inmenso es tu amor
para con nosotros.
Tan lejos como está el oriente del
ocaso,
así alejas de nosotros todas
nuestras rebeldías.
Como un padre y una madre sienten
ternura por sus hijos,
así sientes ternura por nosotros,
porque Tú nos conoces enteramente,
y sabes que somos tan frágiles
como el barro.
Bendito seas, Jesús, que nos
recreas y nos haces de nuevo.
Como a los hijos pródigos de la
parábola,
tiras de mí, atrayéndome con tu
llamada amorosa,
para que abandone mis intereses y
ambiciones
y me abra a la fraternidad, la
generosidad y el compartir.
Bendito seas, Jesús, el Amigo de
los niños y de los pobres,
de las mujeres, de los enfermos y
de los extranjeros,
de los extraviados y pecadores:
dame un corazón lleno de
hospitalidad
para que pueda ofrecer a otros
el mismo amor que Tú derrochas
conmigo.
Bendito seas Tú, Jesús, por
sentarnos en la mesa nueva de tu Reino,
en la que todos somos hijos del
mismo Dios y Padre, iguales y hermanos.
Bendito seas Tú, por darnos a
comer tu pan partido
y a beber el vino de tu sangre
derramada
para que todos seamos colmados de
vida y de sentido.
Gracias por hacernos una sola cosa
contigo y entre nosotros,
al comer tu Pan Eucarístico.
Gracias por hacernos pan
bendecido, roto y entregado como Tú,
para que a todos llegue el don de
tu amor inagotable
a través de nuestra vida ofrecida
y dispuesta a dejarse comer,
y a través de nuestro rostro
radiante y esperanzado
por la buena
noticia de tu perdón y de tu misericordia.
Canto final:
La bondad y el amor del Señor
Duran por siempre, duran por
siempre (bis)
- Alabemos al Señor,
nos inunda con su amor.