Propuesta de "peregrinación" por los senderos de una historia: la de un pueblo y la nuestra

¿De dónde nace esta ocurrencia?

La Familia Paulina ha recibido, como feliz herencia de su fundador, la pasión por la Biblia y el envío a difundirla y predicarla con todos los medios a nuestro alcance.


Pero, antes de anunciarla a otros, Santiago Alberione nos instaba a leerla y releerla, rumiarla y orarla diariamente nosotros.

      
En numerosos escritos y predicaciones, Alberione propuso, usando la terminología de su época, el siguiente programa «para leer, un poco cada día, toda la Biblia en, aproximadamente, cuatro años:
NUEVO TESTAMENTO: Libros históricos: Evangelios (89 capítulos); Hechos de los Apóstoles (28 capítulos); Libros didácticos: Cartas de San Pablo (100 capítulos); Cartas Católicas (21 capítulos); Libro profético: Apocalipsis (22 capítulos).

        Total de capítulos en el Nuevo Testamento: 260.

ANTIGUO TESTAMENTO: Libros históricos: Pentateuco (187 capítulos); Josué, Jueces, Rut, Judit, Ester, Tobías, Reyes, Paralipómenos, Macabeos, Esdras, Nehemías. En total 503 capítulos. Libros didácticos (305 capítulos); Libros proféticos (257 capítulos).

        Total de capítulos en el Antiguo Testamento: 1065.

        Total de capítulos de toda la Biblia: 1325.
En, aproximadamente, cuatro años, leyendo un capítulo cada día, se puede leer fluidamente toda la Biblia».



Algunas variaciones en el programa


1) Algo que quizá nos extraña en el programa alberoniano es su orden: Santiago Alberione aconsejaba siempre comenzar por el final, por el Nuevo Testamento. La razón es que, para los cristianos, Cristo es la principal clave de interpretación de toda la Escritura. En Él, todo el Antiguo Testamento queda iluminado y alcanza su sentido pleno.

        Nosotros, sin embargo, preferimos comenzar por el Antiguo Testamento. ¿A qué se debe esta preferencia?

        Jesús nació en un pueblo con su historia, sus costumbres y cultura, su política, su Dios... El Antiguo Testamento nos revela todo esto. De modo que, cuando lleguemos al Nuevo Testamento, podremos entender mucho mejor, por ejemplo, a Mateo y sus continuas citas de cumplimiento, a Pablo y los midrás presentes en sus cartas, la sabiduría de las palabras de Jesús, o las imágenes típicamente israelitas de algunas de sus parábolas. A este "entender mejor", se une el hecho, aún más importante, de que la lectura del Antiguo Testamento irá engendrando en nosotr@s un corazón expectante, como el de Ana y Simeón, prototipos de quienes viven en una incansable y vigilante espera del Mesías.

2) La segunda variación en el programa es el tiempo previsto para su realización: proponemos leer dos capítulos diarios de la Biblia, en lugar de uno. Es verdad que vivimos una vida ajetreada y que nuestras agendas están saturadas de interminables compromisos. Sin embargo, no nos parece imposible encontrar quince minutos diarios para la lectura. Si estamos suficientemente motivados, encontraremos el CÓMO y el CUÁNDO. De este modo, completaremos el itinerario de lectura en dos años.

3) La tercera variación es que, frente a la lectura individual propuesta por Santiago Alberione, nosotras proponemos una lectura "COMUNITARIA" e "INTERACTIVA" del texto. 

        En este momento, somos un grupo anónimo. Desconocemos quiénes se van a "apuntar" a la peregrinación. Pero, a través de esta página, podemos llegar a conocernos y a COMUNICAR nuestras experiencias de encuentro con Dios, a partir de la lectura.

        Estas comunicaciones de comentarios, preguntas (que serán respondidas), dudas, experiencias de fe, etc, serán PUBLICADAS en la página, si estimamos que pueden ser útiles para el resto de los lectores. Si no, serán respondidas personalmente. Para el envío de estas comunicaciones, hemos preparado un formulario, oportunamente indicado.



Requisitos del caminante

Las y los candidatos a esta "peregrinación" no deberán cumplir requisitos especiales: ni una especial preparación teológica, ni una vastísima cultura, ni leer comentarios exegéticos de envergadura. Necesitarán, eso sí, fe, constancia (en ocasiones, incluso, aguante), humildad para dejarse "desmontar" y enseñar por la Palabra, y mucho deseo de Dios.

Será precisamente la sed y el hambre de Dios y de entrar en su proyecto del Reino, anunciado en la Palabra, lo que nos moverá a "arrastrar" nuestras pisadas por las desérticas páginas de ciertos libros bíblicos. ¡No desesperemos! Inesperadamente surgirán pozos de agua fresca y un oasis cada poco. La Biblia es desierto, pero es también un valle verde y espacioso, donde nos nacerán deseos de correr y de danzar...

 Comenzaremos la andadura de la mano de San Jerónimo, experto en valles, oasis y desiertos bíblicos, pues toda su vida la pasó peregrinando a lo largo y ancho de la Sagrada Escritura, y animando a muchos discípulos y discípulas a hacer lo mismo.

Acompañados de San Jerónimo, de San Pablo y del mismo Jesús (el mejor exegeta de todos los tiempos, según testimonio fidedigno del discípulo Cleofás), comenzamos hoy, día 30 de septiembre de 2002, nuestro viaje a través de una historia que terminaremos reconociendo, con sorpresa, como nuestra.



En un tiempo en que la Biblia era "fuente sellada" para los cristianos de a pie, Alberione exhortaba a sus hijos e hijas a alimentarse cotidianamente de la Palabra, del mismo modo que se alimentaban de la Eucaristía. (Ut Perfectus sit homo Deimes de ejercicios espirituales, abril 1960, Vol.III, 11).

El Concilio Vaticano II rompió, por fin, los sellos y abrió el Libro para todos los creyentes: «El Santo Sínodo recomienda insistentemente, a todos los fieles, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Filp 3,8), "pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo"» (D.V. 25).

La nuestra no es la religión de UN LIBRO, donde el LIBRO es idolatrado. Nuestro Libro Vivo es Jesucristo, y nuestro Maestro de lectura, el Espíritu Santo. Pero es precisa la Escritura para conocer a Jesucristo y la historia en la que Él se ha hecho y sigue haciéndose presente. La Escritura, hecha de "letra" y de "Espíritu", es el sacramento que nos descubre al Dios que se ha encarnado y revelado en la historia, y que sigue manifestándose hoy.