Lectura
orante de Mc 9, 38-48
«El
que os dé a beber un vaso de agua…
no
quedará sin recompensa»
Lecturas: Nm 11,25-29; Sal 18, 8.10.12-13.14; St 5,1-6; Mc
9,38-43.45.47-48
Domingo, 30 de Septiembre de 2012
PARA DISPONER EL CORAZÓN
Con
San Pablo, doblamos las rodillas ante el Padre para que nos conceda, según los
tesoros de su gloria, fortalecernos en el hombre interior por medio de su
Espíritu, y acoger a Cristo en nuestros corazones por medio de la fe, para que,
enraizados y fundados en el amor, logremos conocer el Amor de Cristo que
trasciende todo conocimiento, y así nos llenemos de la total plenitud de Dios
(cf. Ef 3,14-19).
Lectura
del Evangelio según San Marcos (9,38-48)
En aquel tiempo, 38 dijo Juan
a Jesús:
- Maestro, hemos visto a uno que echaba
demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los
nuestros.
39 Jesús respondió:
- No se lo impidáis, porque uno que hace
milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. 40 El que no
está contra nosotros está a favor nuestro.
41 El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os
aseguro que no se quedará sin recompensa. 42 El que escandalice a
uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que el encajasen en el
cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. 43 Si tu mano te
hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la Vida que ir con las dos
manos al abismo, al fuego que no se apaga.
45 Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en
la Vida que ser echado con los dos pies al abismo.
47 Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en
el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, 48 donde
el gusano no muere y el fuego no se apaga.
1. Lectio
El evangelio de este domingo es la
continuación del pasaje del domingo anterior. Jesús está atravesando las
regiones de Galilea, enseñando a sus discípulos (cf. Mc 9,30). En el evangelio
de hoy, Juan, en nombre de los demás discípulos, le cuenta al Maestro cómo
había un hombre expulsando demonios en nombre de Jesús y se lo han querido
prohibir (v.38). Este diálogo de los discípulos con Jesús muestra cómo los
discípulos suelen exponer ante el Maestro sus decisiones y actitudes para que
sean juzgadas-verificadas por Él. Los discípulos están llenos de buena voluntad
en la obra de colaboración con Jesús para construir el Reino de Dios, pero,
como en otros momentos, sucede que aún no han entrado lo bastante profundamente
en la mentalidad de Jesús y por eso sus decisiones y actitudes no son conformes
con los deseos de Cristo, es decir, con el designio del Padre. Este desajuste
se revela en situaciones como la de hoy o como la precedente, cuando los
discípulos discutían entre sí sobre quién había de ser el mayor (cf. Mc 9,34).
Juan indica,
como motivo de la prohibición, que este hombre "no es de los nuestros", como dice la traducción litúrgica.
Literalmente, el texto dice: "porque no nos sigue". Este pertenecer al grupo que sigue a Jesús es,
para los discípulos, un aspecto muy importante y parece decisivo para poder
realizar milagros en Su Nombre. Pero, en esta ocasión, resulta que, de nuevo,
sus pensamientos no son los del Señor, y sus caminos no son los suyos (cf. Is
55,8).
Jesús
les responde que no prohíban a los hombres realizar obras buenas en Su Nombre,
porque ninguno de éstos que obran así puede, después, hablar mal de Él (v.39).
Con estas palabras, Jesús está abriendo
el corazón de sus discípulos para que acojan las diversas manifestaciones de la
acción del Espíritu, que a veces se dan precisamente allí donde no se
esperan. Porque el Espíritu de Dios
sopla donde quiere (cf. Jn 3,8) y distribuye sus dones a cada cual como
quiere (cf. 1 Co 12,11). El hombre debe someterse a la sorprendente acción del
Espíritu, y no puede controlar o limitar su actuación con sus propias normas. A
cada uno de nosotros ha sido concedida la gracia según la medida del don de
Cristo (Ef 4,7). Y esta medida del don
de gracia ha sido establecida por Dios, no por nosotros mismos. En su
respuesta, Jesús subraya que la relación con Él constituye el criterio justo
para verificar las obras de los demás. Si alguno realiza un milagro en el
Nombre de Jesús, quiere decir que se ha abierto a su Espíritu y cumple estas
obras con su poder. Nadie puede servir a dos señores (Mt 6,24). Por ello, quien
ha acogido a Jesús como Señor y en su Nombre realiza milagros, no puede, al
mismo tiempo, estar en su contra. Como en Jesús no hay "sí" y
"no" (cf. 2 Co 1,19), así tampoco en los que le pertenecen y, de
diversos modos, le siguen. Nadie movido por el Espíritu de Dios puede decir:
"Anatema sea Jesús" (1 Co 12,3). Si una persona maldice a Jesús, esto
quiere decir que antes, en su corazón, se ha separado de Él y después, como
fruto, surgen palabras y obras malas.
En
efecto, "quien no está contra nosotros, está con nosotros" (v.40).
Jesús ensancha la perspectiva y aprecia toda expresión de bien. Incluso aunque
este bien no haya sido realizado en plena unidad con la comunidad de los
discípulos de Jesús, igualmente edifica la Iglesia, porque es signo de la
acción del Espíritu en los corazones de estos hombres y mujeres. Quien no está
con Jesús está contra Él, y quien no recoge con Él, desparrama (Lc 11,23). A
veces, incluso inconscientemente, el hombre se declara, con su vida, o con
Jesús o contra Él.
Jesús
promete que no se perderá ningún gesto
de bondad, y menos aún si está realizado en su Nombre: "quien os dé
a beber un vaso de agua en mi nombre tan sólo porque sois de Cristo, en verdad
os digo que no quedará sin recompensa" (v. 41). En este dar de beber
un vaso de agua se puede ver un símbolo de todo gesto bueno hacia el prójimo
para sostenerlo en el camino de la vida, así como el agua renueva las fuerzas
del sediento. Y del mismo modo que en el texto anterior Jesús enseñaba a sus
discípulos a convertirse en siervos de todos y a crecer en la acogida a los
niños en su Nombre (9,35ss), así también aquí los discípulos deben dejar a los
demás que realicen hacia otros gestos de bondad en nombre de Jesús. De este
modo, los hombres podrán servir a Jesús y expresar su amor hacia Él (cf. Mt
25,40). El bien debe ser realizado por todos. Todo hombre debe dar su propia
contribución en el servicio y en el amor por el bien común de todos.
El
versículo 42 es la continuación del discurso de Jesús. Pero, entre el 41 y el
42 hay un giro un tanto áspero en el tono de las palabras de Jesús: de la
alabanza del bien cumplido hacia los que pertenecen a Jesús se pasa a la
admonición acerca de no escandalizar a
"uno de estos pequeños que creen". Y, como en la primera
situación, a los que realizan el bien Jesús les promete recompensa.
Es, en
este momento, cuando Jesús pronuncia palabras llenas de dureza hacia el hombre
que guía a otros, a menudo a los más débiles, hacia el mal. Ser para otros motivo de pecado quiere
decir ser la causa de su autodestrucción a todos los niveles (natural,
espiritual, social...). Quiere decir conducirles
a la muerte, no sólo presente, sino también eterna. No se trata aquí de un
mal ejemplo en el plano moral, sino que el escándalo al que se alude es algo
mucho más grave. Es una conducta que amenaza a los pequeños, es decir, a los
que son todavía débiles en la fe. Las palabras tan fuertes de Jesús indican la
necesidad radical del rechazo del pecado y de mantenerse alejados de todo tipo
de mal (cf. 1 Ts 5,25).
Los
versículos siguientes (43.45.47) afirman que este pasar del bien al mal se
realiza primero en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros. Desde el
v.43, Jesús se dirige directamente a mí y a ti, para que, mirándonos
atentamente a nosotros mismos, cortemos todos lo que haya en nosotros de
escándalo. Dios, Señor de la vida, nos ha creado a su imagen (cf. Gn 1,27); por
ello, también nuestro cuerpo debe estar al servicio de la vida. Él nos ha
dotado de los varios miembros que forman nuestro cuerpo para que podamos
desarrollarnos para su gloria y el bien de los otros y, de este modo,
alcancemos la plenitud de la vida en el Reino de Dios. Pero debemos recordar
que somos carne, vendidos como esclavos del pecado y que en nuestros miembros
obra la ley del pecado (cf. Rm 7,14.23). En esta situación, Cristo no nos deja
solos, y no solamente nos enseña la novedad de la vida según el Espíritu de
Dios, sino que nos libera del estado de pecado y nos hace capaces de caminar
bajo el soplo del Espíritu (cf. Gál 5,16). Por consiguiente, la expresión:
"cortar la mano o el pie", o "sacar el ojo" no se puede
comprender literalmente, sino que, como nos invita San Pablo, debemos, con la
fuerza que viene de Cristo, hacer morir los miembros terrenos:
"fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una
idolatría" (cf. Col 3,5). La repetición de las expresiones: "es mejor
para ti entrar manco (... cojo, tuerto) en la vida que ir con todos tus
miembros al abismo", hace ver a dónde pueden conducirnos, definitivamente,
las pequeñas elecciones del bien o del mal. Luchar contra el mal en nosotros
mismos y en el mundo y hacer crecer el bien nos llevará a alcanzar la plenitud
del bien en Dios, en la eterna felicidad. Pero la tolerancia y el
consentimiento del mal, incluso de aquel escondido en nuestro corazón, nos hace
entrar en un camino que, finalmente, podría conducirnos a la perdición.
El
versículo 48 parece subrayar aún más que este ir al abismo no terminará jamás,
sino que durará eternamente. Si esto es así, ¿de qué le sirve al hombre ganar
el mundo entero si arruina su propia vida? (Mc 8,36).
2. Meditatio
Quiero acoger esta
Palabra de mi Dios con la actitud propia de una discípula que siempre está
dispuesta a cambiar su vida según la enseñanza de su Maestro. Para ello, me
pregunto: ¿Qué me revela Dios, nuevamente, acerca de su Misterio? ¿Y qué verdad
revela, acerca de mí misma, esta Palabra?
Las
palabras de Jesús en relación al escándalo, aun siendo palabras tan duras, me
revelan a Dios, que cuida con empeño de mí y hace todo lo posible para que yo,
con plena consciencia y libertad, elija el camino de la verdad y del bien que
me llevan a la vida eterna. Él no carga sobre mí los pesos opresores ni
difíciles de llevar de unas normas que quieren hacer mi vida más complicada
(cf.Mt 23,4). Por el contrario, Él quiere hacer mi vida más sencilla y feliz.
Sus exigencias son claras y deben ayudarme a recorrer bien el camino de esta
vida presente.
Cada uno de nosotros es libre y, sin
embargo, desgraciadamente, muchos son los que siguen las codicias de la carne
(cf. Gál 5,16) y eligen la puerta espaciosa y el camino ancho que conduce a la
perdición (cf. Mt 7,13). Si quiero alcanzarla plenitud de vida en Dios, debo
entrar, continuamente, por la puerta estrecha(cf. Mt 7,14), sometiéndome a la
acción del Espíritu. Quiero comprender que es mejor perder algo ahora para
recibir lo que es más valioso y no pasará jamás. Y, para esto, necesito
experimentar un encuentro personal con el Dios vivo para no tener miedo de
perder todo lo que no me ayuda a vivir según la vocación recibida pero que, por
otra parte, puede resultarme atrayente (cf. Flp 3,8). Soy consciente de que, por
mí misma, no soy capaz de conducir mi vida adecuadamente. Por eso, quiero pedir
la sabiduría que viene de lo alto (cf. St3,17).
3. Oratio
a) Salmo 90, 1.12
Señor, tú has sido
nuestro refugio
de generación en
generación.
Enséñanos a calcular
nuestros años
para que adquiramos un
corazón sensato.
b) Oración
personal
Señor, te pido la gracia
del discernimiento espiritual.
Haz de mí una persona
recta,
que sepa elegir el bien
y rechazar el mal.
Ayúdame a vivir lo
cotidiano según las promesas del Bautismo.
Dame la delicadeza de
acoger las pequeñas semillas de bien,
escondidas en mí misma y
en mis hermanos.
Y ayúdame a vivir
vigilante y a apagar
todos los dardos
encendidos del maligno,
con el escudo de la fe
(cf. Ef 6,16)
c) Con el beato Santiago
Alberione, quiero pedir a Jesús Maestro que santifique mi voluntad:
Jesús Maestro, tu
vida es norma, camino,
certeza absoluta,
verdadera, infalible.
Desde el pesebre, desde
Nazaret
y desde el Calvario,
no haces más que trazar
el camino del amor al Padre,
un camino de pureza
infinita,
de amor a los hombres, a
la abnegación y a la entrega...
Haz que yo lo conozca,
que constantemente
siga tus huellas de
pobreza,
castidad y obediencia.
Cualquier otro camino es
ancho...
no es tu camino.
Jesús, yo quiero ignorar
y rechazar
todo camino que no sea
el que tú me indicas.
Lo que tú quieres, eso
quiero yo;
sustituye mi voluntad
por la tuya.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Con la gentileza de Sor Úrszula Symanska, pddm (Polonia) · www.discipulasdm.es